domingo, 7 de septiembre de 2014

El último sefardí

El último sefardí es el título de una película producida por RTVE en el año 2003. Se trata de un interesantísimo documento que trata de explicar quienes son los sefardíes, qué fue de ellos tras el decreto de expulsión de 1492, dónde se asentaron, por qué vicisitudes han pasado y cuánto queda de su cultura y su lengua, conservada como un tesoro durante 500 años.

Nos acompaña a lo largo de la narración el rabí Eliezer Papo, abogado, escritor y profesor de judeoespañol (ya visto en este blog) que imparte su docencia en la universidad Ben Gurion del Neguev y en un instituto de secundaria de Jerusalem. Su propia historia es un ejemplo de lo que se trata de contar, y su dedicación a la cultura sefardí, en serio peligro de desaparición, representa el relevo de la nueva generación que porta el testigo. Puede que no todo esté perdido...

Eliezer Papo nos conduce en un recorrido por diversos lugares de especial significancia en la diáspora sefardí. Es el caso de Salónica, la ciudad mártir del nazismo, en la que el 95% de la población judía, en su totalidad sefardí, fue exterminada en Auschwitz-Birkenau, más de 50.000 personas, y Curaçao, el lugar más exótico imaginable, en el que se ubica la congregación madre de América, y adonde llegaron sefardíes desde Holanda en el s. XVII. 

También visitamos Sarajevo, ciudad de origen del rabí Papo, que tomó el relevo de Salónica tras la Shoah como ciudad de referencia de los sefardíes, pero que sufrió además del nazismo la más cercana en el tiempo guerra de los Balcanes y Estambul, capital que fue del Imperio Otomano, que acogió con los brazos abiertos a los judíos españoles expulsados, y en donde en un tiempo unas 80.000 personas hablaban como primera lengua el judeoespañol.

Y finalmente, Toledo, la casi mítica para los judíos capital de Sefarad, donde el visitante puede comprobar con tristeza como lo sefardí no es más que un reclamo turístico.

Actualmente unos 100.000 sefardíes viven en Jerusalem, de los cuales solo los ancianos mantienen viva la lengua contra viento y marea a través de sus canciones, gastronomía y costumbres. Un ejemplo vivo de ello es Matilda Koen-Sarano y su círculo de kontaderas.

Lamentablemente, la tendencia oficial desde la fundación del Estado de Israel es unificar a toda la población bajo una sola lengua, tratando de evitar que el país se convierta en una Torre de Babel, lo que supone en la práctica, la sentencia a muerte de una cultura.



El documental cobra actualidad tras la decisión del Gobierno de España de facilitar el acceso a la obtención de la nacionalidad española a todo aquel que pueda acreditar su ascendencia sefardí. Su factura es impecable y los testimonios recogidos en ella son muy relevantes y muy emotivos, la banda sonora es preciosa, aunque, por poner un pero, echo de menos que se hubiera hecho una visita al norte de África, donde la cultura sefardí adquiere una personalidad propia.

Tras visionar la película uno se pregunta ¿hasta qué punto están interesados los sefardíes en adquirir la nacionalidad española? ¿cuántos son los que piensan instalarse en España? ¿estamos los españoles preparados para aceptar a los descendientes de los exiliados como compatriotas?

A juzgar por la reacción de los interesados, es muy probable que muchas personas soliciten la doble nacionalidad, ya que no conlleva renunciar a la que tienen en este momento. Pertenecer a la Unión Europea puede resultar muy positivo a efectos de protección en caso de conflicto, oportunidades educativas y perspectivas de futuro, sin contar con las razones de tipo sentimental que también tienen su peso. Pero a mi personal parecer, otra cosa muy diferente es volver a España. Demasiado tarde, demasiado riesgo, demasiados recelos. 

Y por último, hay una pregunta (dos en realidad) que se hacen los propios sefardíes:  ¿como reaccionaría la sociedad ante la presencia en nuestras ciudades de comunidades de retornados sefardíes? ¿somos los españoles, en general, antisemitas?. Hace no mucho hubiera contestado a lo primero que bien y a lo segundo que no, pero desde que tengo abierto este blog, lamentablemente colecciono reacciones, anécdotas y sucedidos que me llevan a pensar lo contrario.

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